Truman

La última de Darín. Estas cuatro palabras son reclamo más que suficiente para muchos amantes del buen cine. Hay actores cuyo talento justifica por sí solo la compra de una entrada. El intérprete argentino es, desde hace mucho, uno de ellos. Es un profesional brillante que siempre cumple con nota, que hace suyos los personajes, todos y cada uno de los que da vida. No es tanto que todas las vidas en las que entra  Darín en el cine se parezcan entre sí, como se dice con freciencia,; es que él consigue con su maestría ser esos personajes a los que interpreta. No vemos a Darín dando una lección magistral de su oficio. Vemos al atormentado Benjamín Espósito de la extraordinaria El secreto de sus ojos, al irritado ciudadano Bombita de la políticamente incorrecta Relatos salvajes o al abogado que investiga a su pupilo en la interesante Tesis sobre un homicidio, por citar sólo algunas de las películas de este actor argentino con una legión de seguidores en España, puede que uno de los intérpretes más portentosos y con una carrera más respetables del cine en español, un referencia de nuestro tiempo. 

Así que la presencia en el elenco de Truman de Ricardo Darín es ya un aliciente importante, irresistible, para ver esta película. Esta vez, el actor argentino borda el papel de Julián, enfermo de cáncer que decide no seguir con el tratamiento y acabar su vida en casa y no siguiendo penosos tratamientos. Impecable la interpretación del intérprete. Además del reclamo de la presencia de un brillante intérprete en el reparto, muchas veces el atractivo inicial de una película, sin conocer ni siquiera la trama o mínimamente de lo que trata, es su director. Al fin y al cabo, en sus manos está la voz narrativa de la cinta, lo que se quiere contar y cómo se cuenta. Y aquí también será para muchos irresistible el aliciente de que Truman sea la última cinta de Cesc Gay, autor con enorme talento. Me deslumbró su anterior trabajo, Una pistola en cada mano, en la que disecciona al hombre moderno (así, en masculino) con lucidez e inteligencia. 

Así como uno no deja de asistir nunca la última película de un puñado de directores, pocos, independientemente de lo que quieran contar, sin duda a partir de ahora (dos películas brillantes seguidas no pueden ser casualidad), incluyo desde ya a Ces Gay en esta lista. En Truman aborda un asunto delicado, tabú, casi. La muerte. La despedida de dos amigos. Pero es más que un drama, de hecho tampoco lo definiría así a secas, sobre dos amigos que se dicen adiós ante la enfermedad de uno de ellos. Aborda el director sin aspavientos, ni falsa afectación, en esta cinta sobria, inteligente, emotiva, lúcida y adulta, asuntos de gran poso psicológico y vital. Y lo hace con brillantes. Con diálogos precisos, verosímiles, de una desgarradora honestidad. Con un tono medido. Sin dramatismos ni sensiblerías de más. Sin adornos. Sin fatalismos. Sin moralejas.  Hasta sin despedidas solemnes. Sencillamente, y no es poco, un amigo que cruza un océano para intentar convencer a otro de que se replantee su decisión de no seguir luchando contra una enfermedad, o quizá más bien para despedirse, pues en el fondo admira su valentía. Y en medio de esta dramática situación, el milagro de reírse con estos dos entrañables personajes, el pellizco emocional de una cinta que hace pensar, que toca la fibra, que no es estéril ni superficial. 

Y aquí llegamos al tercer hombre, Javier Cámara. La excelencia interpretativa de Darín y el talento de Ces Gay, su precisión de relojero para plasmar emociones, relaciones humanas (es esta historia una anatomía de la amistad por encima de cualquier otra cosa), se unen al mejor Javier Cámara en muchos años, tal vez de siempre. El actor de Vivir es fácil con los ojos cerrados y La vida inesperada regala aquí una interpretación sobria, comedida, excelsa, inapelable, dando vida a Tomás, el amigo de Julián que viaja desde Canadá para despedirse de él. Resistir un mano a mano con Darín, un duelo interpretativo tan brutal, tan serio, tan delicado como el que plantea Truman y salir de él triunfante, pues es un logro descomunal tratar de tú a tú al argentino, es algo al alcance de muy pocos actores y Cámara, desde luego, demuestra en esta cinta que es uno de ellos. Supera con nota el reto titánico de dar la réplica a Darín. El trabajo de ambos fue reconocido con la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebastián y no es de extrañar este reconocimiento. Supongo que el Goya lleva ya el nombre de alguno de ellos. Hay que hacer mucha memoria para recordar semejante exhibición de dos actores en una cinta. 

Todo lo que es preciso para que una cinta alce el vuelo y cautive al espectador funciona con precisión en Truman. Una trama adulta, inteligente y honesta. Unas interpretaciones brillantes de los dos protagonistas y de los secundarios que desfilan por las calles céntricas de Madrid en cuatro días en los que Julián pone en orden antes del adiós parte de su vida y se encuentra con amigos, conocidos y familiares. El personaje de Ricardo Darín busca un hogar de acogida para Truman, su perro, que da nombre a la cinta. La sensibilidad de Julián hacia el animal ("tengo dos hijos y uno de ellos se llama Truman", le dice a Tomás en un momento de la cinta) es otro de los pilares de esta historia. A quienes no convivimos con animales nos puede costar entenderlo, pero Julián se preocupa por el futuro de su perro, con quien ha compartido muchos años en su piso de soltero, como si, en efecto, de un hijo se tratara. 

La cinta tiene momentos de alto voltaje emocional, de cine con mayúsculas, como aquel en el que los dos amigos se cuentan qué ha aprendido el uno del otro en todos los años de relación. "Lo más importante son las relaciones personales", reflexiona Julián, preparándose para el adiós. O el abrazo de este con su hijo en Ámsterdam, donde estudia. Con lucidez vuelve a reflexionar Cesc Gay, igual que hizo en su anterior trabajo (pendiente tengo ver sus anteriores películas) sobre la incomunicación, lo mucho que cuesta a veces compartir lo que sentimos con la gente que queremos, sobre lo muy confusos y desnortados que vivimos hoy en día en ocasiones. Y es, ya digo, el retrato de una amistad incondicional, huyendo siempre de lo solemne y lo artificioso, sin renunciar a la comedia. Es una película psicológica, reflexiva, nada obvia (aunque el final resulta algo previsible), muy inteligente. Amarguras y sonrisas, drama y comedia, llantos y risas. La vida. El cine. 

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