Los Goya más diversos

La vida es diversa y el cine, que no es otra cosa que la vida en pantalla grande, no puede serlo menos. Los Goya se encargan de recordarlo cada año, aunque tal vez nunca antes de forma tan contundente como ahora. Las películas con más nominaciones para estos galardones, que se entregarán el 3 de febrero, están rodadas cada una en un idioma. Euskera, inglés, español y catalán. La gran fiesta del cine, un topicazo, será este año, sobre todo, la gran fiesta de la diversidad, del pluralismo, de la variedad. Cintas todas ellas muy diferentes, no sólo por el idioma. Y con una notable presencia femenina. Como la vida misma.
 
Handia, de Aitor Arregui y Jon Garaño, rodada en euskera, que se me escapó en los cines pero espero poder ver en la primera ocasión que se presente, narra la historia de Altzo, un gigante que busca comprensión y afecto. Cuenta con 13 nominaciones, una más que La librería, de Isabel Coixet. Una cinta deliciosa y tierna. Un hermoso canto a la literatura y a su poder transformador. Los libros como sueño, como pilares sobre los que levantar un futuro. La librería a la que alude el título del film, versión de una novela de Penelope Fitzgerald, se convierte en un refugio. La mujer que decide hacer realidad su sueño poniendo en pie ese templo literario se encuentra con la oposición de las fuerzas vivas del pueblo, pero nunca se siembra amor por el conocimiento y devoción por los libros en vano. Una joya.
 
El autor, de Manuel Martín Cuenca, con nueve nominaciones, también bebe de la literatura, ya que es una precisa, desasosegante e inteligente adaptación de El móvil, de Javier Cercas. Un Javier Gutiérrez en estado de gracia (si es que eso significa ya algo a estas alturas), de la mano de Antonio de la Torre (ídem), da vida a un perdedor que sueña con convertirse en novelista y que decide anteponer esa aspiración a todo lo demás, sin vacilar, sin estudiar las consecuencias, sin empatizar con nadie. Va de literatura, como La librería, pero lo que allí era dulzura y delicadeza aquí es aspereza y desconcierto. Un filme maduro y honesto sobre la creación literaria y las obsesiones. Puro cine.
 
Los Goya del próximo año serán los más diversos que recordamos no sólo por el idioma de las cintas más nominadas, sino también porque entre ellas hay dos películas dirigidas por mujeres, algo que no debería ser noticioso, pero que lamentablemente aún lo es. Verano 1993 es una cinta  rodada en catalán y dirigida por Carla Simón, una directora debutante en los largometrajes. Pero es, sobre todo, una película formidable. Eso es lo que importa. Eso es lo que ha situado a esta cinta como una de las más inolvidables del año y como la candidata española a los Oscar. Desde la mirada de una niña, trasunto autobiográfico de la propia realizadora, asistimos al descubrimiento forzoso de una nueva vida, tras la pérdida de su madre por una enfermedad innombrable. Los miedos infantiles, las incomprensiones, las risas culpables. Pocas veces la vida cotidiana lució tan poética y a la vez tan auténtica en la pantalla grande. Una maravilla.
 
Abracadabra, la última rareza de Pablo Berger, director de aquella Blancanieves en blanco y negro y sin palabras, es lo más contrario a aquella cinta que uno pueda imaginar. Del blanco y negro a la explosión de colores, del silencio al alboroto. Un exceso permanente, irregular pero hipnótica, distinto a casi todo, una mezcla de géneros explosiva. Una cinta extrañísima, donde también se luce Antonio de la Torre, nominado por esta película y por El autor, de la mano de Maribel Verdú, quien da vida a una mujer atrapada en un matrimonio infeliz y tedioso. De pronto, un truco de magia relanza una historia de liberación, con un nítido mensaje feminista, igual que Colossal, de Nacho Vigalondo, quizá la gran olvidada de estos Goya tan diversos, donde una historia de monstruos es el mejor camino para narrar una historia íntima entre edificios derrumbados y devastación al más puro estila Godzilla. También situamos entre las olvidadas injustamente a Fe de etarras, la más loca, atrevida e inteligente comedia del año.
 
Verónica, cinta de terror de Paco Plaza, eleva este género a una dimensión desconocida en los Goya. No es mi género preferido precisamente, pero es de celebrar que esté ahí. Se suma a la diversidad, a esa variedad tan indiscutible del cine español, por más que sus detractores sigan empeñados en mitos como el de la Guerra Civil, nunca ciertos y, desde luego, nunca tan falsos como ahora. En esa línea de la celebración de la diversidad brilla con luz propia La llamada, de Javier Calvo y Javier Ambrossi, que cuenta con cinco nominaciones. Cinco nuevos hitos en la trayectoria de lo que comenzó siendo una obra de teatro para un fin de semana en el hall del Teatro Lata y ha terminado convirtiéndose en un fenómeno en el teatro y en el cine. Una cinta vitalista, un musical libérrimo, en el que dios (“pero, ¿dios nuestro señor?”) se aparece a una joven en un campamento católico cantando canciones de Whitney Houston, mientras que su inseparable compañera siente otro tipo de llamada. Su presencia en los Goya dice mucho, y muy bueno, de la Academia de Cine y su receptividad hacia nuevos creadores, a ese aire fresco que aportan los Javis, como hace Eduardo Casanova con su muy personal Pieles, que tiene tres candidaturas.
 
Santiago Alverú, el protagonista de Selfie, descarnado e hilarante retrato político y social de España, representará a esta atrevida cinta en una ceremonia de premios que presentarán los chanantes Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes, y en la que Penélope Cruz y Javier Bardem también estarán nominados, por sus papeles en Loving Pablo. Una fiesta, más que nunca, de la diversidad. En cuatro idiomas. Con distintas sensibilidades. Pensándolo bien, a veces (con frecuencia) el cine es incluso mejor que la vida.

Comentarios